VIGILIA PASCUAL

SÁBADO SANTO

Conmemoramos la sepultura del Señor. Cristo ha sido sepultado y ha bajado a los infiernos. Por “infierno” no hay que entender el lugar de los condenados, con los demonios, sino el “lugar de los muertos”; es decir, el estado de muerte. El Hijo de Dios, en su solidaridad con la humanidad. ha experimentado verdaderamente la muerte, como cualquier otro mortal.

El Sábado Santo es un día alitúrgico: no se celebran sacramentos.

Pero es un día de oración. Se recomienda hacer comunitariamente la oración de laudes o el oficio de lecturas.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

         El Domingo de Resurrección es el tercer día del Triduo Pascual y la clausura de su celebración. En ese día, la Iglesia conmemora la Resurrección del Señor y hace a sus hijos partícipes de la vida nueva del Resucitado a través de la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.

Significado de ese día:

Cristo, resucitando ha vencido a la muerte. En él, la humanidad ha sido glorificada, divinizada.

Jesús nos hace partícipes de su humanidad gloriosa, mediante el don de su Espíritu, por medio de los sacramentos. Por medio de los sacramentos, sobre todo los sacramentos de la iniciación cristiana, el Espíritu del Resucitado nos va haciendo participar de esa vida nueva del Resucitado.

Esa participación en la vida nueva del Resucitado se nota, en esta vida, en que vamos muriendo al hombre viejo, egoísta, para vivir en la caridad que nos identifica como hijos de Dios.

Más allá de esta vida, después de la muerte, nuestra incorporación a Cristo se manifestará en la resurrección de nuestros cuerpos.

Por eso el apóstol Juan dice: “Mirad qué amor tan grande nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos suyos: ¡pues lo somos! Y todavía no se ha manifestado lo que seremos, porque cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”.

Tradicionalmente la Iglesia celebra ese día los sacramentos de la iniciación cristiana:

– Volvemos a celebrar la Eucaristía.

– Y los nuevos cristianos se bautizan y reciben la confirmación.

Toda la comunidad renueva también sus compromisos bautismales: renunciando al pecado, para vivir, en docilidad al Espíritu, la vida propia de los hijos de Dios. Desde esta perspectiva se comprende muy bien el objetivo que ha perseguido el camino de conversión cuaresmal: dar autenticidad a la renovación de las promesas bautismales que hacemos el Domingo de Resurrección.

VIGILIA PASCUAL

El Domingo de Resurrección se abre con la celebración de la Gran Vigilia Pascual.

Es la noche en que se celebra la Pascua, el “paso” de Dios por la historia. Este paso repetido ha sido fuente de espectaculares maravillas:

  •    El paso de la nada a la creación del cosmos, que emerge entre las aguas.
  •    El paso de Israel, desde la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra prometida, a través de las aguas del Mar Rojo.
  •    El paso de Cristo de la Muerte a la Gloria del Padre.
  •    El paso de la muerte del pecado a la vida de la gracia, a través de las aguas del Bautismo.
  •   Finalmente, todo ello nos invita a esperar el paso definitivo de la Humanidad y del Cosmos hacia los cielos nuevos y la tierra nueva, al final de los tiempos, cuando Cristo Resucitado recapitule todas las cosas en sí mismo y lo sea todo en todos.

Historia de esta Vigilia:

Los primeros cristianos comenzaron a celebrar la Pascua organizando, en la noche del sábado al domingo, una prolongada vigilia de oración. Desde inicios del siglo II, ya tenemos noticias de esta celebración.

Durante esa noche, la comunidad dedicaba a leer diversos pasajes del A y N Testamento, acompañándolos del canto de los salmos y de la recitación de oraciones. La Vigilia acababa con la celebración de la Eucaristía y de un ágape fraterno.

Poco a poco esa noche se convirtió también en la noche de la iniciación cristiana, celebrándose el Bautismo y la Confirmación de los catecúmenos.

A partir del siglo V, se incorporó el último de los elementos de la Vigilia: el lucernario: con el ritual del fuego, el cirio y la luz.

Conforme avanzaban los siglos, las diversas Iglesias fueron buscando una celebración más cómoda de la vigilia; para ello, adelantaron poco a poco la hora de la celebración a la tarde del sábado. De este modo, en el siglo XIV ya se celebraba a primeras horas de la mañana. El Sábado Santo se convirtió en Sábado de Gloria, y las campanas ya repicaban al mediodía, anunciando la resurrección. La Vigilia cayó en una gran decadencia y acabó resultando muy poco significativa en relación a otras celebraciones del año cristiano.

La reforma litúrgica realizada por los Papas Pío XII y Pablo VI se propuso rescatar y dar todo su valor a la Vigilia Pascual.

El simbolismo de la noche.

Una de las primeras cosas que dice el misal actual sobre la Vigilia Pascual es que debe ser una celebración nocturna. Por eso, nunca debe escogerse una hora tan temprana que la vigilia empiece antes de la noche, ni tan tardía que acabe después del alba del Domingo.

Celebrar la Vigilia de noche no es ningún capricho, sino que tiene unas motivaciones muy sólidas:

–          Primero, por autenticidad. Se trata de una vigilia, es decir, de una noche en vela en honor del Señor, para conmemorar la Resurrección, que aconteció en la noche del sábado al domingo. De hecho, todos los textos de la liturgia hablan de la noche. Por eso, no tendría sentido ni celebrarla aún de día, ni hacerla tan corta que perdiera el carácter de vigilia. Siendo tan habituales en nuestra sociedad las celebraciones festivas nocturnas, sería chocante que los cristianos tuviésemos reparos de pasar una noche en vela en honor del Señor.

–          Segundo, porque la noche en sí misma tiene un valor simbólico y pedagógico que ayuda a celebrar el misterio de la Resurrección.

o   La noche aparece repetidas veces en las sagradas Escrituras. Para los judíos eran muy significativas cuatro noches concretas:

  •   La noche de la creación, en que todo pasó de la oscuridad a la primera luz.
  •   La noche del sacrificio de Abrahán, en que Dios prometió que multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo.
  •   La noche de la salida de Egipto.
  •   La noche la que habría de venir el Mesías.

o   Para los cristianos, la noche más importante es la de la resurrección, en la que Jesús salió del sepulcro y pasó a una nueva existencia.

  •   Es la noche en que pasamos de las tinieblas de la muerte a la luz de la vida.
  •   De la esclavitud del pecado a la libertad de la gracia.

o   Toda la liturgia de la Vigilia Pascual juega con el símbolo de la oscuridad de la noche. De este modo, la noche se convierte en un verdadero “signo pascual”.

La estructura de la celebración.

La Vigilia Pascual consta de cuatro partes:

  • La primera parte es un lucernario, o liturgia de la Luz, que tiene su momento culminante en la aclamación a Cristo Luz y en el canto del pregón pascual.
  • La segunda parte es una liturgia de la Palabra en la que se leen nueve lecturas que resumen toda la historia de la salvación. Su momento culminante es la proclamación del Evangelio precedido de un solemne canto del aleluya.
  • La tercera parte es una liturgia Bautismal, cuyo momento culminante es el bautismo de nuevos cristianos o la renovación de los compromisos bautismales por parte de los ya bautizados.
  • La última parte es la liturgia Eucarística, cuyo momento culminante es la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo resucitado.

Lo principal, central y culminante en toda la Vigilia es la Palabra y el Sacramento.

– La Pascua se proclama en la Palabra: “¡Cristo ha resucitado!”.

– Y se participa en los sacramentos: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Por medio de los sacramentos el Resucitado comunica su vida a la Iglesia y la alimenta.

A pesar de su extensión, la Vigilia nunca se hará larga siempre que se entienda el significado de cada una de sus partes. Y por supuesto, si quienes la hayan preparado y la conduzcan sepan respetar su ritmo y cuiden la elección y calidad del canto, la competencia de los lectores, el ajuste de la megafonía, y los medios para facilitar una participación activa de los fieles.

El lucernario:

Los lucernarios son rituales muy antiguos, que tuvieron su origen en las asambleas litúrgicas vespertinas de los primeros cristianos. A la puesta del sol debían encender luces. La luz se veía entonces como un símbolo de Cristo, que nos sigue alumbrando aún en medio de las tinieblas del mundo.

En la Vigilia Pascual, el lucernario comienza con la bendición del fuego. Es un fuego nuevo del que se va a encender el Cirio pascual. Es muy bonito el contenido de esta oración:“Santifica este fuego y concédenos que la celebración de estas fiestas pascuales encienda en nosotros deseos tan santos que podamos llegar con un corazón limpio a la fiestas de la luz eterna”. No es de los ritos más importantes y puede suprimirse si no es posible hacerlo con cierta comodidad.

El elemento central del lucernario es el Cirio pascual, que es un símbolo de Cristo resucitado. El Cirio lleva escrita la fecha del año en curso: la Vida del Resucitado nos llega a nosotros, aquí y ahora, a través de las celebraciones pascuales. Las palabras que acompañan a la preparación del Cirio expresan esta presencia omnipresente del Resucitado: “Cristo, ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”.

La comunidad entra en el templo en procesión detrás del ministro que porta el Cirio. En efecto, el mismo Jesús dijo: “Yo soy la luz, quien me sigue no camina en tinieblas”. De este modo, la liturgia expresa que, del mismo modo que Dios guió a los israelitas en medio de la noche por medio de una columna de fuego, el Padre celestial nos guía hoy a nosotros por medio de su Hijo resucitado, que resplandece como luz del mundo, y que está representado en el Cirio encendido.

La comunidad aclama repetidas veces a Cristo Luz: “¡Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste e inmortal! ¡Santo y feliz Jesucristo!

Conforme se entra en la Iglesia, los fieles van encendiendo pequeñas velitas. El simbolismo es fácil de entender: de la Luz, que es Cristo, participamos todos los que creemos en Él. En esa noche santa, los cristianos salimos al encuentro del Señor resucitado, con nuestras lámparas encendidas, para manifestarle, mediante la renovación de las promesas bautismales, nuestro compromiso de ser testigos de su Evangelio.

El momento culminante del rito de entrada es el canto del Pregón Pascual. El pregón se canta con los honores que habitualmente se reservan al Evangelio: se canta desde el ambón, se usa el incienso, y los fieles lo escuchan de pie y con cirios encendidos en las manos. Normalmente lo canta el diácono, aunque puede cantarlo un seglar si lo hace con mayor competencia. La asamblea se une con diversas aclamaciones cantadas.

El pregón es una obra maestra de la lírica cristiana, un canto poético bellísimo que nos aclara el significado de la noche pascual.

 

o   El pregón comienza con una invitación a la alegría del cielo, de la Iglesia y del universo entero, porque esa noche es una noche de liberación para todos: “Exulten por fin los coros de los ángeles… goce también la tierra… alégrese nuestra Madre, la Iglesia…”

 o   Continúa con un himno de alabanza a Dios por las maravillas que ha hecho en esta noche: “Esta es la noche en la que sacaste de Egipto a los israelitas nuestros padres… esta es la noche en la que los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de la oscuridad del pecado… esta es la noche en que Cristo asciende victorioso el abismo…” “¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!… ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo!”

o   El himno continúa en una ofrenda de alabanza, simbolizada en la ofrenda del cirio: ”Acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este Cirio”.

o   Y concluye con una petición: que la luz pascual no se acabe y que logre destruir la oscuridad de nuestras vidas y del mundo entero.

o   La comunidad termina asociándose con un solemne Amén”.

La celebración de la Palabra.

Junto con la proclamación de la Pasión del Señor el Viernes Santo, las lecturas de la noche pascual son el momento culminante del leccionario cristiano.

Es la parte más antigua de la Vigilia.

Las lecturas que la Iglesia ha seleccionado para la noche pascual tienen una coherencia muy cuidada entre ellas.

Están orientadas a ayudar a entender a Cristo y su misterio; y, desde Cristo, entender toda la historia de la salvación.

Las lecturas nos proclaman algunos de los momentos más significativos de la historia de la salvación: desde la creación hasta la resurrección, mostrándonos cómo todo encuentra su plenitud en Cristo resucitado.

El Cirio pascual se coloca junto al ambón, para que se entienda bien que todas las lecturas dan testimonio de Jesús; y que Él es la luz desde la que se entiende toda la historia de la salvación.  En la tarde de Pascua, Jesús explicó a los discípulos de Meaux cuanto se refería a él en la Ley y los Profetas. Nosotros, en la noche de Pascua, en un nuevo cenáculo, dejamos que Jesús nos vaya explicando, una vez más, cuanto hace referencia a Él en las Escrituras.

Cada lectura se acompaña de un salmo o cántico que prolonga su idea central en un clima de meditación y oración. Cada bloque de lectura y salmo se concluye con una plegaria que convierte en oración comunitaria el tema central de cada lectura.

Así, toda la liturgia de la Palabra adquiere un tono de diálogo entre Dios y la Iglesia.

o   Dios nos habla a través de las Sagradas Escrituras,

o   la Iglesia medita su Palabra mediante el canto de los salmos,

o   y acaba dirigiéndose a Dios a través de la plegaria que recita el ministro que preside.

       Lecturas del Antiguo Testamento:

  • El relato de la Creación (Gn 1-2) nos describe con lenguaje poético, no científico, el origen del mundo. Dios ha creado el mundo y lo hizo bien. Pero donde la fuerza creadora de Dios se ha manifestado plenamente ha sido resucitando a Jesús de entre los muertos.

o   El Salmo 103 nos ayuda a expresar nuestra admiración por la gran obra de Dios. “Bendice alma mía al Señor, ¡Dios mío qué grande eres!”.

o   La oración que le sigue pone en conexión la creación primera con la segunda: “Que tus redimidos comprendan cómo la creación del mundo no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo”.

  • El sacrificio de Isaac (Gn 22) se proclama como una profecía de la pasión de Cristo. Si Abrahán vio ahorrada la pena de ver morir a Isaac; el Padre celestial nos entregó a su Hijo para la salvación del mundo, hasta las últimas consecuencias.

o   El Salmo 15 alude a Cristo en su sepultura y resurrección: “mi carne descansa serena… porque no dejarás a tu fiel conocer la corrupción”.

o   La oración pide que los cristianos sepamos imitar la disponibilidad de Abrahán: “Concede a tu pueblo responder dignamente a la gracia de tu llamada”.

  • El relato del Paso del Mar Rojo (Ex 14) resulta una profecía del nuevo Éxodo de Cristo, que a través de su muerte y resurrección, pasa de este mundo al Padre. Y es una profecía también del éxodo de los cristianos, que pasamos de la esclavitud del pecado a la libertad de la gracia, a través de las aguas bautismales.

o   El cántico que hace eco a esta lectura, tomado del capítulo 15 de Ex, que expresa la alegría de Israel rescatado de la esclavitud, sirve de expresión al gozo del nuevo Israel, rescatado por Cristo de la esclavitud del pecado y de la muerte. “Cantaré al Señor, sublime es su victoria”.

o   La oración correspondiente pide a Dios que haga de la humanidad un nuevo Israel, liberando del pecado a todas las naciones, por medio de las aguas del Bautismo.

  • Terminadas las lecturas de los libros de la Ley, la Vigilia pasa a la lectura de los profetas. Sus voces nos recuerdan la fidelidad de Dios a los hombres a pesar de su continua desobediencia. Isaías 54 nos habla de la misericordia y fidelidad con que Dios nos quiere.

o   El Salmo 29 nos hace repetir que Dios es misericordioso y salvador: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”.

o   La oración reitera que Dios es fiel a su palabra y que está dispuesto a aumentar, mediante el bautismo, los hijos de la promesa para, de este modo, los cristianos veamos en qué medida se han cumplido las promesas hechas a los patriarcas.

  • En Isaías 55, Dios nos promete una Alianza nueva que nos dará vida. A través de la metáfora del agua, se nos dice que la vida divina saciará la sed nunca satisfecha de la humanidad.

o   El cántico de Isaías 12 nos invita a estar alegres y, aludiendo a las aguas bautismales, nos dice: “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”.

o   La oración pide a Dios que cumpla cuanto ha anunciado por medio de los profetas.

  • El capítulo 3 de Baruc nos enseña que la sabiduría verdadera consiste en caminar a la luz de Dios. Nuestros fracasos vienen cuando nos alejamos de Dios.

o   El Salmo 18 canta la bondad de la ley de Dios, que nos hace acertar en nuestros caminos.

o   En la oración pedimos que la Iglesia crezca siempre a través de nuevos hijos nacidos del Bautismo.

  • Ezequiel 36 anuncia una nueva creación, una purificación por medio del agua, que dará lugar a un pueblo con un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Dios tiene planes de vida para su pueblo. Cada Pascua es un ofrecimiento de renovación y purificación.

o   El Salmo 41 manifiesta la sed de esa agua purificadora, que es la gracia de Dios: “Mi alma  tiene sed del Dios vivo”.

o   La oración pide a Dios que se cumplan todas esas promesas: “Que todo el mundo experimente y vea cómo lo abatido se levanta, lo viejo se renueva y vuelve a su integridad primera, por medio de Cristo”.

El paso del Antiguo al Nuevo Testamento queda expresado por medio del encendido de más luces, el sonido de las campanas y el canto del gloria. Con una luz más abundante se anuncia la llegada de la Buena Noticia de la Resurrección.

Las lecturas del Nuevo Testamento:

La liturgia de la Palabra prosigue con un texto bautismal de Pablo (Rm 6), que nos enseña que el Bautismo es la experiencia sacramental de lo mismo que Jesús experimentó en su muerte y resurrección.

Antes de proclamar el Evangelio de la Resurrección (según el evangelista de cada ciclo litúrgico), se canta un solemne aleluya. El aleluya está ampliado con el Salmo 117, uno de los más pascuales de todo el Salterio.

La liturgia bautismal

La noche de Pascua es el momento en que más expresivo resulta el Bautismo, pues es el sacramento en que nos incorporamos a Cristo en su paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz.

El Bautismo expresa sacramentalmente la Pascua de Cristo, su muerte y resurrección, mediante la inmersión en el agua.

Todas las lecturas de la noche han tenido un fuerte “sabor bautismal”: las aguas primordiales, el paso del Mar Rojo, el agua viva que prometen los profetas, la catequesis bautismal de Pablo…

Estructura:

–          Canto de las letanías de los santos, suplicando su intercesión sobre los que se van a  bautizar en ese momento o más tarde.

–          Bendición del agua: se bendice a Dios por todas las maravillas que ha hecho por medio de su criatura, el agua: creación, paso del Mar Rojo, bautismo de Cristo. Se le pide que el Espíritu actúe hoy otra vez sobre el agua, para que adquiera el poder de regenerar a los bautizados.

–          Bautizos.

–          Renovación de las promesas bautismales.

–          Aspersión en recuerdo del Bautismo.

–          Confirmaciones.

–          Oración de los fieles: ejercicio del sacerdocio bautismal de todos los cristianos.

La liturgia Eucarística

La comunidad cristiana, iluminada por la Palabra y rejuvenecida por el agua bautismal o su recuerdo, se sienta en la mesa festiva de la Pascua.

Acabó el ayuno: el Resucitado invita a su comunidad a comer de su Cuerpo y de su Sangre, para compartir su vida con nosotros. Él se da a sí mismo como alimento de su comunidad.

La Eucaristía es el punto culminante de la Pascua. Ella es el sacramento pascual por excelencia, memorial de la muerte y resurrección del Señor.

Es la Eucaristía más importante del año. Debe hacerse con gran solemnidad y cuidado. Comunión bajo las dos especies.

Despedida

Bendición solemne.

Doble aleluya.

Es hermoso acabar la Vigilia Pascual con una comida fraterna, como los primeros ágapes cristianos.

O.G.E.

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