Pastorcitos de Fátima

Pastorcitos de Fátima

La historia de la Virgen de Fátima

En el Portugal rural del 1917 es normal el ver a los niños llevando a sus rebaños a pastorear. Esto es lo que los niños de la familia Marto y Santos, todos primos, hacían en estos días. Casi siempre eran Lucía Santos, Francisco Marto y su hermana Jacinta, los que con gusto tomaban esta responsabilidad agradecidos por poder así estar al aire libre y de jugar mientras las ovejas pastoreaban en silencio. Ellos llevaban a pequeños grupos de ovejas a pastorear en parcelas pertenecientes a sus padres en diferentes partes de la sierra.

Las apariciones del ángel

En preparación para las apariciones de Nuestra Señora, un ángel quien se identificó como el Ángel de Portugal, le habló en primer lugar a los niños diciéndoles: «No temáis. Yo soy el ángel de la Paz. Rezad conmigo».

Luego él se arrodilló, doblándose hasta tocar el suelo con su frente y rezó: «¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo!, te pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no esperan y no te aman!» Él dijo esta oración tres veces. Cuando se paró, le dijo a los niños «Rezad así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas». Él dejó a los niños, que empezaron a decir esta oración frecuentemente.

Apariciones de la Virgen

 Los hechos sucedieron entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917. Lucía dos Santos, de diez años, y sus primos, Jacinta y Francisco Marto, de seis y nueve años respectivamente, relatan que sintieron como el reflejo de luz que se aproximaba y vieron a una Señora vestida de blanco surgir de una pequeña encina. Los niños aseguraron que se trataba de la Virgen María, la cual les pidió que regresaran al mismo sitio el 13 de cada mes durante seis meses. En posteriores retornos los niños fueron seguidos por miles de personas que se concentraban en el lugar para ser testigos de las apariciones.

En el transcurso de estas apariciones se afirma que la Virgen María reveló a los tres niños tres mensajes, conocidos como los tres misterios de Fátima. 

Lucía y Jacinta escucharon los mensajes de la Virgen; Francisco solo la veía y se enteraba del mensaje por boca de Lucía, que le recomendó rezar el Rosario y depositó en ella los tres misterios mencionados. Estos eran: el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la muerte prematura de sus primos, Francisco (1908 – 1919) y Jacinta (1910 – 1920), la conversión de Rusia, que señalan que ocurrió con la desintegración de la URSS en 1990, y el tercer y mejor guardado secreto que se dice es la predicción del atentado contra el Papa Juan Pablo II.

La Virgen hizo hincapié en la importancia del rezo del Rosario para la conversión de los pecadores y del mundo entero. La Virgen María también había pedido la construcción de una capilla en el lugar, capilla que fue el principio del actual santuario.

Breve historia de los pastorcitos


Jacinta, modelo de generosidad

A Jacinta le gustaba jugar y bailar; cautivaba la simpatía de los otros, aunque tenía cierta inclinación para dominar y a no ser contrariada. Cuenta la hermana Lucía en sus memorias: «el menor enojo en el juego era suficiente para hacerla apartarse y hacerla ‘atar el burrito´ en el rincón. Para que volviese a ocupar su lugar en los juegos era necesario hacer su voluntad y que todos se le sometiesen».

Sin embargo, después de las apariciones cambió completamente, y se volvió un modelo de humildad, mortificación y generosidad. A Jacinta le gustaba mucho contemplar a Cristo Crucificado y se conmovía hasta las lágrimas al oír la narración de la Pasión. Entonces afirmaba ya no querer cometer pecados para no hacer sufrir a Jesús. Alimentó una ardiente devoción eucarística, que la llevaba a hacer frecuentemente largas visitas en la Iglesia parroquial, escondiéndose en el púlpito, donde nadie la pudiese ver o distraer.

Durante su corta vida ofreció cuidadosamente oraciones y sacrificios por el Papa, por la salvación de las almas y por la conversión de los pecadores.

Cuando tenía  7 años, enfermó de la llamada «gripe española». En el hospital, viendo que iba a morir solita, o sea, lejos de sus familiares queridos, dijo: «¡Oh Jesús mío, ahora puedes convertir a muchos pecadores, porque este sacrificio es muy grande!». Murió el 20 de febrero de 1920, después de haberse confesado.


Francisco, consuelo de Dios

Francisco era un muchacho muy tranquilo, le gustaba la música, y era muy independiente en las opiniones. Francisco no se irritaba cuando lo contrariaban y, en los juegos, no encontraba dificultades para adecuarse a la voluntad de los otros. 

En la secuencia de las apariciones, Francisco prefería rezar solo, como decía «para consolar a Jesús por los pecados del mundo». Acostumbraba decir: «¡Qué bello es Dios, qué bello! Pero está triste por causa de los pecados de los hombres. Yo quiero consolarlo, quiero sufrir por su amor». Y mantuvo este propósito hasta el fin.

Muchas veces, las autoridades locales les amenzaban para que dijeran que todo aquello que hablaban sobre la Virgen, era mentira. En todas las ocasiones en que lo amenazaron con la muerte, respondía: «Si nos matan, no importa: vamos al Cielo». Tenía mucha devoción a la Eucaristía, y pasaba mucho tiempo en la iglesia, adorando al Santísimo Sacramento, al que llamaba «Jesús escondido». Recitaba diariamente los quince misterios del Rosario para complacer a la Virgen.

Como supo por la Virgen María que su vida sería breve, pasaba sus días en la ardiente espectativa de entrar en el Cielo. Y, de hecho, a pesar de ser robusto y de gozar de buena salud, en octubre de 1918 fue alcanzado por la gripe española. A Lucía, que le preguntaba si sufría, le respondió: «Bastante, pero no importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y, en breve, iré al Cielo». Después de recibir los sacramentos, murió el 4 de abril de 1919.

Sor Lucía de Jesús y del Inmaculado Corazón


Lucía dos Santos nació en Aljustrel una pequeña población junto a Fátima en Portugal, el 22 de marzo de 1907, en el seno de una familia muy humilde. Desde muy pequeña tenía encargada la función del pastoreo de ovejas, que solía realizar en compañía de otros niños y, habitualmente, de sus primos Francisco y Jacinta.

Ella es quien podía hablar con la Virgen, puesto que Jacinta sólo podía verla y escucharla, y Francisco, sólo verla.

En 1921, con 14 años de edad y 4 años después de los hechos de Fátima, ingresó en el colegio de las Hermanas Doroteas en la localidad de Vilar, cerca de Oporto, y en 1928 se trasladó al convento de esta orden en Tuy, Pontevedra (Galicia, España) y luego al convento que la orden tenía en la ciudad de Pontevedra, donde en 1935 se le volvió a aparecer la virgen. En 1946 volvió a Portugal y en 1948 decide ingresar en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra en régimen de clausura, profesando votos al año siguiente. Allí moriría en el 2005, a la edad de 97 años, siendo muy contadas sus salidas al exterior. Durante su estancia en el convento, afirmó haber visto apariciones de la Virgen e incluso de Jesús, en las que recibió la Promesa de los Primeros Sábados, la Visión de la Trinidad y la petición de la consagración de Rusia.

Una de las contadas veces que salió del convento fue para entrevistarse con el Papa Juan Pablo II y comunicarle el tercer misterio, que consistía en el ya pasado atentado contra él.

La Virgen dijo a Francisco y Jacinta que pronto irian al cielo, pero Lucia debía quedar en la tierra para propagar sus mensajes. Así ocurrió. El Papa beatificó a Francisco y Jacinta Marto durante el año jubilar, 2000, en Cova de Iría, en el santuario de las apariciones, ante unas 700 mil personas. Allí estaba, junto al Papa, Sor Lucia.

Sor Lucía escribió dos obras: sus Memorias y los Llamamientos del Mensaje de Fátima.


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