Llega un tiempo de esperar con esperanza

Llega un tiempo de esperar con esperanza

    Llega ese tiempo con el que da comienzo el año cristiano con un nuevo adviento, pero podría entenderse mal como si tras un paréntesis volviesen a emitir la misma cantinela: idénticos personajes, iguales guiones, la banda sonora de siempre… Como si nada hubiera nuevo bajo el sol. Si el adviento cristiano fuese ese tiempo que sencillamente «toca celebrar otra vez» con una rutina cíclica, como un requisito para llegar al turrón, a la zambomba y a la lotería, creo que casi no se habría entendido nada. Pero más bien ha llegado el momento de recomenzar, sin ademán rutinario y cansino. Así hacemos cada año al inicio de nuestro año cristiano con estas semanas que nos adentran y preparan como tiempo fuerte para ese otro tiempo de gracia que es la Navidad. Pero tal adentramiento debe tener que ver con nuestra vida real, que haya una correspondencia entre lo que esperamos de veras y lo que se nos está prometiendo. Las palabras que envuelven este comienzo son la espera y la vigilancia. Y se nos invita con un imperativo que trata de despertar en nosotros el deseo que termine con la inercia mediocre de un caminar escéptico. Vigilad y esperad, porque comienza algo nuevo. Una espera que nos asoma al acontecimiento que –lo sepamos o no- aguardamos que suceda, y una vigilancia que nos despierta para no estar dormidos cuando le veamos pasar.
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