ENTRE LAS BRUMAS OTOÑALES, LA ESPERANZA


Entre las brumas otoñales, la esperanza

     Queridos hermanos y amigos: Paz y Bien. Es un rito acostumbrado. Todos lo recorremos al llegar este rincón de cada año, metidos ya en el otoño que hace de paisaje ancestral. Noviembre nos sorprende siempre con una doble memoria que está en la entraña de nuestra noble humanidad cristiana. En primer lugar hacemos la memoria de Todos los Santos, esos hijos de la Iglesia que la liturgia califica de mejores. Son todos, también los no canonizados porque no sabríamos hacerlo, porque acaso pasó su santidad desapercibida a nuestra mirada alicorta, pero no así se desapercibió ante los ojos del Buen Dios. Y ahí están todos ellos, en una fiesta que a todos ellos reúne, y con ellos y por ellos la Iglesia del Señor entona su más solemne ¡Gloria! Santos anónimos, que sin embargo Dios no olvidó sus nombres.

    Son los santos que tienen nuestros apellidos y que por ese motivo son de la familia formando parte de nuestros genes. En nuestras calles y pueblos por cuyas cuestas arriba, cuestas abajo, plazas y bulevares ellos deambularon sin apenas hacerse notar. También ellos supieron de sudores de frente en el trabajo honrado, y de dolores de parto en la vida que tanto amaron. Acertaron a vivir en la paz y a ser instrumentos de ella sin ideologías pacifistas, al igual que la justicia que gozaron y ofrecieron no tuvo jamás un rostro revolucionario justiciero. Y lo más solemne y extraordinario, como lo más sencillo y cotidiano, acertaron a vivirlo sabiéndose hijos de Dios, miembros de su santa Iglesia, y cada uno desde su talento y responsabilidad pertenecieron a esta sociedad de los humanos tan plural, tan contradictoria y tan sin terminar.

    A estos santos la Iglesia ensalza en estas fechas de cada primero de noviembre, y entre ellos estarán no pocos de los difuntos que venimos a encomendar en nuestros camposantos. Es la segunda memoria que nos apremiamos a realizar también en estos días. Bien sabemos que noviembre no es un mes ceniciento, aunque tiene color malva su paisaje. Es el tono cromático del recuerdo que hacemos de nuestros seres queridos: junto a todos los santos, hacemos en el recuerdo de los difuntos. Es una fecha serenamente esperada cada año, como sereno es el tiempo que ya nos envuelve entre brumas otoñales y alfombras de hojas caídas que ponen una nota de sentimiento calmo.

    Más de una vez lo hago, cuando tal vez con menos gente o a hora más temprana o más tardía, también yo me acerco al cementerio donde descansan los restos de mis queridos padres. Sentarme con respeto en una esquinita de la lápida que tapa su sepultura, esa que lleva sus nombres y sus fechas, y cerrando los ojos dejar que sobrevengan los recuerdos de sus vidas en la mía. Es un modo de dar gracias agradecidamente, mientras con mis manos pongo unas flores y con mis labios elevo por ellos mis oraciones.

    No se trata de leer el acta de una inevitable y universal derrota, yendo al lugar en donde el adiós se hizo sepelio para siempre. Sino avivar la esperanza que late sentidamente: la certeza de que el deseo de mi corazón de no separarme para siempre de cuantos aquí he amado, se hace promesa de parte de Dios que viene a anunciarme precisamente que Él volverá para resucitarles, y para adentrarnos a todos en esa nueva morada junto al Padre Dios, en la que no habrá más llanto, ruptura ni separación, sino que viviremos eternamente en la Paz del Señor, mirándole como el nos mira, y descubriendo la vida como nuestros ojos ni siquiera lograron adivinar.

    Con todos los santos, con todos los fieles difuntos, nos adentramos en este mes en el que desde el consuelo de la fe, se llena de esperanza nuestro corazón, para seguir caminando como peregrinos con la caridad cristiana, siendo testigos del Resucitado en todo aquello que hacemos, lo que sufrimos, lo que gozamos, lo que recordamos y en lo que somos capaces de soñar.

    Hay un «amagüestu», como decimos en Asturias, un momento de encuentro fraterno y desenfadado, en donde al calor de unas castañas asadas, y gustando una sidrina dulce, poder arrimarnos a lo que nos reconcilia, a lo que nos alegra serenamente, a lo que despierta la esperanza por la promesa del Resucitado, mientras reconocemos como verdaderas las palabras del sacerdote Martín Descalzo que dejó en su testamento poético lo que encontró al poco tiempo tras la hermana muerte: «Y entonces vio la luz. La luz que entraba / por todas las ventanas de su vida. / Vio que el dolor precipitó la huida / y entendió que la muerte ya no estaba… / Acabar de llorar y hacer preguntas; / ver al Amor sin enigmas ni espejos; / descansar de vivir en la ternura; / tener la paz, la luz, la casa juntas / y hallar, dejando los dolores lejos, / la Noche-luz tras tanta noche oscura».

    Descansen en paz nuestros queridos seres difuntos. Recibid mi afecto y mi bendición.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

6 de noviembre de 2011

ESCUELA DE CATEQUISTAS EN LA LINEA DE LA CONCEPCIÓN

ESCUELA DE CATEQUISTAS EN LA LINEA DE LA CONCEPCIÓN

El día veinticinco de octubre dio comienzo en la Línea de la Concepción la Escuela de Catequesis Arciprestal.

Se congregaron los catequistas a las cinco de la tarde para dar comienzo a la tan deseada Escuela en el Colegio Salesiano San Juan Bosco.

El padre Ignacio Zabala y el padre Miguel Ángel Moreno dieron la bienvenida a todos los asistentes a la primera sesión, que fue impartida por el padre Ignacio Zabala con el tema «La Iglesia y el Reino de Dios»

Los catequistas, cerca de cuarenta, salieron con el compromiso de volver de nuevo a la cita mensual de esta Escuela de Catequistas, que será el próximo día 7 de Noviembre, donde Don Miguel Ángel Moreno, tratará el tema «Introducción a la Biblia».

Una noticia buena para celebrar, pues la formación de los catequistas es una tarea imprescindible y necesaria en estos tiempos de la Nueva Evangelización.

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CALENDARIO DE LA ESCUELA DE CATEQUISTAS PARA EL PRESENTE CURSO 2011-2012

25 frases de la Porta fidei de Benedicto XVI anunciando el Año de la Fe 2012-2013


Autor: | Fuente: revistaecclesia.com

¿Ya leíste la Carta Apostólica «Porta fidei» en donde el Papa Benedicto XVI convoca al año de la fe que comenzó el 11 de octubre del 2012 y terminará el 24 de noviembre del 2013, solemnidad de Cristo Rey del Universo?

Para los que no han tenido oportunidad de leer completa la «Porta Fidei» este es un magnifico resumen:


25 frases de la Porta fidei de Benedicto XVI anunciando el

Año de la Fe 2012-2013


1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida


La necesidad de la fe ayer, hoy y siempre

2.- Profesar la fe en la Trinidad -Padre, Hijo y Espíritu Santo -equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de os siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.

3.- Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.

No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14).

4.- Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.

Vigencia y valor del Concilio Vaticano II


5- Las enseñanzas del Concilio Vaticano II, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza». Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia».


La renovación de la Iglesia es cuestión de fe

6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó.

7.- En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida.

La fe crece creyendo


8. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.

9.- La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo».


Profesar, celebrar y testimoniar la fe públicamente


10.- Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.

11.- El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree.

12.- No podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre.


La utilidad del Catecismo de la Iglesia Católica


13. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II.

14.- Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica.

15.- En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración.

16. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural.

17.- Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.

18.- La fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad.

Recorrer y reactualizar la historia de la fe


19. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.

20.- Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.


No hay fe sin caridad, no hay caridad sin fe


21.-. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes -que siempre atañen a los cristianos-, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe»» (St 2, 14-18).

22.- La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo.

Lo que el mundo necesita son testigos de la fe


23.- Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.


24.- «Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero.

25.- Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf.Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.


Si deseas leer el documento completo sigue el siguiente enlace


Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio» Porta fidei con la que se convoca el Año de la fe

SOBRE LA EXENCIÓN DEL I.B.I. A LA IGLESIA CATÓLICA

En algunos ayuntamientos de Madrid Izquierda Unida está pidiendo a la iglesia que renuncie al privilegio de su exención del IBI. Y creo que puede ser bueno aclarar a la gente qué es eso. Ya sabes, por si te parece oportuno publicarlo.

En estos días se han levantado voces que solicitan que la iglesia deje de estar exenta del pago del IBI, el impuesto de bienes inmuebles, porque es un privilegio y porque en estos tiempos de crisis los ayuntamientos no se pueden permitir el renunciar a lo recaudado por ese concepto.
Quiero con esta entrada aclarar algunas cosas sobre ese supuesto privilegio de la Iglesia católica, haciendo dos consideraciones.

PRIMERA CONSIDERACIÓN. La exención del IBI (impuesto sobre bienes inmuebles) no es en absoluto un privilegio especial de la iglesia católica. Atentos a todos los exentos de IBI:

  • Servicios públicos (Defensa, Seguridad, Educación y Servicios penitenciarios).
  • Los inmuebles destinados a usos religiosos por aplicación de Convenios con la Santa Sede, con Federación de Entidades Religiosas Evangélicas, con Federación de Comunidades Israelitas y con la Comisión Islámica.
  • Pertenecientes a gobiernos extranjeros o que les sea de aplicación la exención por convenios internacionales.
  • Los pertenecientes a Cruz Roja.
  • Los terrenos ocupados por las líneas de ferrocarriles y los edificios enclavados en los mismos terrenos.
  • Colegios concertados.
  • Pertenecientes al patrimonio histórico-artístico.
  • Entidades sin fines lucrativos

Y no digamos las ventajas fiscales de que gozan partidos políticos y sindicatos: no tienen que declarar lo ingresado por cuotas, las subvenciones, las donaciones, los rendimientos de sus actividades económicas, los rendimientos procedentes de las rentas de su patrimonio.

Pues ya ven. Nadie pide que partidos políticos y sindicatos renuncien a sus enormes ventajas fiscales. Nadie que paguen el IBI las mezquitas o templos budistas. Nadie clama por el pago del IBI de embajadas o colegios, o grandes palacios. Ni exigen que lo pague el ejército o las comisarías, las estaciones de RENFE o las cárceles. No. Nada de nada, pero que lo pague la Iglesia.

 

SEGUNDA CONSIDERACIÓN. Leo que se pide el pago del IBI por parte de la Iglesia porque en un momento de crisis los ayuntamientos necesitan ese dinero. Pues se me ocurren varias cosas. Pero sólo me voy a detener en una de ellas.

Esta crisis está generando evidentemente una gran pobreza. ¿Qué están haciendo por los pobres las embajadas, los propietarios de los grandes palacios, las mezquitas…? ¿Qué están haciendo por ellos los ayuntamientos? Porque a Caritas nos llegan cada día personas enviadas por sus ayuntamientos para que les echemos una mano, ya que ellos andan justos de presupuesto. No los envían a los sindicatos ni a los partidos, a las mezquitas o sinagogas, embajadas o legaciones diplomáticas. No. A las parroquias.

En esta parroquia de un servidor llevamos atendidas más de 250 personas sin trabajo, de las que ya han conseguido empleo más de ochenta. Ayudamos con alimentos a treinta familias a las que se llena el carro de la compra dos veces al mes. Y no es nada. Compañeros tengo que atienden a ciento cincuenta familias.

Pues ya ven la solución. Que el IBI lo pague la Iglesia para ayudar a salir de la crisis. Justo a la institución que más está haciendo por sacar adelante a esa gente, justo a esa, que le suban los impuestos.

Y los partidos y sindicatos, tan solidarios ellos, ¿no van a renunciar a alguno de sus privilegios? ¿Nadie va a pedir que paguen el IBI las embajadas de USA, Rusia, Cuba o China? ¿Nadie exigirá impuestos a las mezquitas? ¿Y a Renfe? ¿Y a la duquesa de Alba?

Pues no, que pague la Iglesia. Y mientras, los ayuntamientos enviándonos pobres porque ellos no tienen presupuesto. Ayer nos llegaron otras dos familias derivadas desde la junta municipal.

Resulta divertido: Iglesia, que paguen ustedes el IBI, que hay que salir de la crisis, y de paso que me atiendan a estas familias, que me he quedado sin presupuesto.

Publicado por Jorge, Cura.Desde la parroquia de la Beata María Ana Mogas, en el barrio de Tres Olivos, de Madridhttp://berbellin.wordpress.com/2011/10/25/la-iglesia-y-la-exencion-del-ibi/


REFLEXIÓN DE LA HOAC ANTE LAS ELECCIONES DEL 20-N

REFLEXIÓN DE LA HOAC ANTE LAS ELECCIONES

DEL 20-N


25 octubre 2011 | Por La Comisión Permanente.

Las elecciones siempre son un momento importante en el desarrollo de la vida democrática. Pero estas elecciones, el próximo 20 de noviembre, son especialmente importantes, dada la situación en que se encuentra nuestra sociedad. En particular, por el sufrimiento que la crisis económica y las políticas que se están llevando a cabo están provocando en tantas familias trabajadoras.

Desde la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), como movimiento eclesial en el mundo obrero y del trabajo, pensamos que estas elecciones deben servir para expresar con nuestro voto la necesidad de cambiar de raíz la orientación de las decisiones políticas que se están tomando desde hace muchos años, tanto con gobiernos del PP como del PSOE y, particularmente, las decisiones que se están llevando a cabo para hacer frente a la crisis…

Está en juego el propio futuro de la democracia, el respeto y la promoción de los derechos sociales de personas y familias, las conquistas alcanzadas con muchos años de luchas y sacrificios (derechos laborales, servicios públicos…), la posibilidad de un futuro justo y humano, y, sobre todo, los derechos de las personas empobrecidas. En definitiva, la vida de las personas en todas sus etapas y circunstancias.

Como dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica «Caritas in veritate»:

 «El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad» (nº 25).

 Y creemos que este principio fundamental para la justicia y la dignidad en la vida social, no se está teniendo en cuenta en muchas de las decisiones políticas que se están tomando.

 Es verdad que el cambio de orientación de las decisiones políticas, no depende sólo de las próximas elecciones.

 Depende también de cómo nos situemos en nuestra vida cotidiana, de qué reivindicaciones planteemos, de qué compromisos asumamos, de cómo nos hagamos, o no, responsables de la vida social en los distintos ámbitos en que nos movemos…

 Depende, en definitiva, de sobre qué valores, formas de vida y principios queremos construir nuestra sociedad.

 Situados en este horizonte, queremos ahora centrarnos en lo que está en juego en las próximas elecciones. Durante años se han tomado decisiones que han desviado cada vez más recursos sociales desde la economía productiva real y la inversión del Estado, hacia una economía financiera especulativa, que produce ganancias económicas mayores y más rápidas, pero un falso crecimiento económico.

 Se han rebajado los impuestos a las rentas más altas; se ha incrementado la rentabilidad del trabajo, precarizando cada vez más el empleo y debilitando los derechos laborales; se han abierto los servicios públicos al negocio privado…

¿SOBRE QUÉ VALORES, FORMAS DE VIDA Y PRINCIPIOS QUEREMOS CONSTRUIR NUESTRA SOCIEDAD?

 Detrás de estas políticas existe una perversión de la economía y una inversión de su sentido, al poner los beneficios privados de las estructuras capitalistas y de los mercados financieros y de sus responsables, por encima de las necesidades sociales de la mayoría de las personas.

 Como comunidad cristiana hemos de decir con toda claridad que esto no debe ser así. Una economía funciona bien sólo cuando responde a las necesidades de las personas. Esa y no otra debe ser su finalidad.

 Este funcionamiento desviado de la economía es el origen de la crisis. Crisis, que ha castigado a los sectores más empobrecidos y vulnerables de nuestra sociedad, al destruir buena parte de la economía real y del trabajo, incrementado, hasta límites insoportables, el paro. Las medidas tomadas contra la crisis por los gobiernos de España y autonómicos, no sólo no lo han corregido, sino que han agravado la situación.

 Además las sucesivas reformas laborales no han aportado nada para combatir el paro y se han puesto mayores dificultades para acceder en el futuro a una pensión justa y digna. Se han debilitado aún más los derechos sociales y los servicios públicos con los recortes que se están produciendo con el pretexto de reducir el déficit público.

 Una decisión especialmente grave ha sido la reforma de la Constitución. Para decidir, nada menos que con rango constitucional, que se da prioridad al pago de la deuda, para que continúe funcionando el negocio financiero, sobre las necesidades sociales.

 Todo esto está significando un vaciamiento de contenidos de la democracia. Cada vez existe menos transparencia en lo que se hace y se hurta más a los ciudadanos la capacidad de decisión real. No podemos continuar así. Es imprescindible cambiar de raíz el rumbo para poner en primer lugar a las personas, los derechos de los empobrecidos y las necesidades sociales.

UNA ECONOMÍA FUNCIONA BIEN SÓLO CUANDO RESPONDE A LAS NECESIDADES DE LAS PERSONAS

 Por todo ello, la HOAC consideramos que en las próximas elecciones, para valorar las distintas propuestas políticas y decidir el voto, es fundamental preguntarse qué medidas concretas se proponen para:

 1. Priorizar las necesidades sociales en lugar de los intereses de los grupos de presión con gran poder económico y subordinar la economía financiera a las necesidades de la economía real.

 2. Dar prioridad real a las políticas de erradicación de la pobreza y a la inversión pública y social dirigida a los sectores más empobrecidos de la sociedad.

 3. Fortalecer el tejido productivo en todos sus sectores, promoviendo un tejido empresarial digno de tal nombre y dar mayor protagonismo a las empresas de economía social, cooperativas, etc.

 4. Revertir las reformas laborales que precarizan el empleo, debilitan los derechos laborales y deterioran las condiciones de trabajo, articulando políticas encaminadas a combatir el desempleo (con especial atención al juvenil) y la precariedad laboral, caminando hacia empleos decentes en condiciones dignas.

 5. Revertir los recortes en los servicios públicos, fortaleciéndolos como garantía de los derechos sociales de las personas y familias, sobre todo en lo que se refiere a educación, sanidad, vivienda y protección social.

 6. Revertir la reforma del sistema público de pensiones, tomando medidas para avanzar en la garantía de pensiones dignas y justas.

 7. Reconocer y promover prácticamente los derechos familiares de las personas y los derechos sociales de las familias.

 8. Revertir todas las decisiones que se han tomado, encaminadas a que las rentas más altas, los beneficios de las grandes empresas y el capital financiero paguen menos impuestos, realizando una reforma fiscal en profundidad, encaminada a una mayor y más justa redistribución de la riqueza social, que facilite al Estado disponer de los recursos para responder a las necesidades sociales básicas.

 9. Promover que el sistema productivo cuide el medio ambiente y caminar hacia un modelo de consumo humano frente al consumismo que devora los recursos, como expresión de nuestra responsabilidad hacia las generaciones futuras.

 10. Fomentar la transparencia y el control efectivo por la ciudadanía de todas las instituciones políticas, la responsabilidad y la formación cívica, como elementos fundamentales para una regeneración democrática que impulse la participación y el protagonismo de la sociedad en la vida política y en la toma real de decisiones.

Se trata, en definitiva, de poner en primer lugar a las personas, los derechos de los empobrecidos y las necesidades sociales.


La hipocresía piadosa


La hipocresía piadosa
( Mt 23,1-12)

    Tiene una dureza el evangelio de este domingo que lo hace bronco, pero que hay que entender en su debido contexto. El delito que Jesús delata y condena drásticamente con tintes inusuales en Él, no es otro que la hipocresía de los grupos más relevantes de Israel (saduceos y fariseos), es decir, el haberse apropiado de una tradición religiosa que en absoluto vivían, aunque eran terribles en exigir su cumplimiento formal.

    Porque, faltando la razón y el sentido de cuanto se hace, y sobre todo faltando ese gran Tú –con mayúsculas– por quien uno vive y se desvive, es fácil reducir la religión a una especie de «código de circulación» pietista y moralista, pero no algo apasionante que da vida, que pone gusto por las cosas y las gentes. Una religiosidad así es realmente agobiante, triste, que asfixia la esperanza y amordaza la libertad.

    Cuando Jesús veía en qué se había convertido, o mejor, en qué se había pervertido la enseñanza de la ley de Moisés y los profetas, aquella liberación de todas las esclavitudes desde una relación con Dios llena de comunión, de ternura y misericordia, se comprende que la emprendiera así con quienes habían gestado los cambios y los recambios tan torpemente.

    Era la hipocresía de saber muchas cosas de Dios… pero no saber ya a lo que sabe Dios; era la hipocresía de ser experto en un Dios por el que no late diariamente el corazón de sus presuntos seguidores; era la hipocresía de hacer proclamas sobre Dios, que por no estar respaldadas por gestos de amor y de justicia, no generan esperanza en los que más desesperanzados están; era la hipocresía de amenazar y acorralar a los demás con la Verdad de Dios como excusa, estando ellos instalados en el paripé de los honores y las reverencias, en el escaparate de los banquetes y en la mentira cotidiana.

    Esta hipocresía señalada por Jesús, esta acusación suya, colmará el vaso de los fariseos y le pondrá en las puertas de su pasión y su muerte. Era, sin duda alguna, un ataque demasiado evidente y demasiado público como para que el maestro Jesús siguiera paseando su Palabra y su Persona… sin más. Había que quitarlo de en medio cuanto antes. Poco a poco se había ganado a pulso esta «peligrosidad» propia de alguien que quiere vivir de verdad y en la Verdad, en medio de un ambiente que estaba dominado por otra gente, más proclive a la apariencia y a la galería.

    No obstante, también para nosotros cristianos, hay una fortísima llamada a examinarnos sobre nuestra vivencia de fe en el Señor y sobre nuestra con-vivencia de caridad con los hermanos hombres. Ya que el término «fariseo» ha pasado a ser un adjetivo maldito del que no estamos exentos, los cristianos. Pues sería tremendo que el Señor tuviera que decir incluso de nosotros aquel reproche de «haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen» (Mt 23, 3). ¿O acaso no somos precisamente nosotros, los cristianos, –tantas veces– también sospechosos de desmentir con la vida esa verdad que nuestros labios cantan y nuestros rezos imploran?


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

Domingo 31º Tiempo ordinario

30 octubre 2011

Asís 1986-2011: instrumentos de paz

Asís 1986-2011: instrumentos de paz

    Queridos hermanos y amigos: paz y bien.

    Una oración atribuida a San Francisco de Asís, pero que refleja perfectamente el carisma de este santo universal, dice así: «hazme, Señor, un instrumento de tu paz; donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tristeza, ponga yo alegría». Es todo un programa de vida cristiana que no sólo encaja en la espiritualidad franciscana sino que traduce orando el espíritu evangélico de las bienaventuranzas.

    Hace 25 años, el Beato Juan Pablo II, quiso acudir a Asís para orar por la paz. Nada tendría de especial semejante iniciativa para rezar al Señor pidiéndole el inmenso don de la paz a la vera de San Francisco. Lo inaudito es que el Papa invitó entonces a unirse a su oración a todas las religiones del mundo. Es emblemática esa foto junto a la pequeña iglesia de la Porziúncula dedicada a Santa María de los Ángeles, donde el Papa en el centro estaba rodeado de los representantes de las principales religiones del mundo.

    En aquella ermita Francisco encontró en el Evangelio la respuesta a sus preguntas. Aquel día se leía el Evangelio del envío de los discípulos: ligeros de equipaje, sin armas ni poderío, con un anuncio de buena nueva en los labios, y el mensaje de la paz a quien quisiera escucharlo.

    Aquel encuentro que propuso en Asís Juan Pablo II, no fue un encuentro sincretista para confundir a los creyentes como luego algunos dijeron desde la incomprensión hacia el gesto del Papa. Es verdad que no son iguales todas las religiones, pero sí que son iguales todos los hombres en su fondo religioso como búsqueda de Dios. Y buscar a Dios es buscar también lo que Él no ha dejado de proponer a sus hijos: la paz. Nuestro corazón lleva inscrito en su entraña ese deseo de paz, cuando el corazón palpita con los latidos de la verdad, de la bondad y la belleza para las que fuimos creados.

    Al presentar la jornada del 27 de octubre, cuando hemos hecho la memoria de aquel primer encuentro en Asís que tuvo lugar hace 25 años, el Cardenal Turkson citaba a Benedicto XVI en su reciente viaje apostólico a Alemania, recordando que el objetivo de este nuevo encuentro es mostrar con sencillez, que hombres religiosos y de buena voluntad desean ofrecer su especial contribución a la construcción de un mundo mejor, reconociendo al mismo tiempo la necesidad de crecer en el diálogo y en la estima recíproca, para que nuestro compromiso por la paz sea eficaz y duradero.

    Después de estos años, Asís vuelve a ser lugar de encuentro para orar por la paz, porque como ha recordado este Cardenal, seguimos teniendo los mismos desafíos ante una paz inconclusa, los cuales se encuentran en la crisis financiera y económica que dura más de lo previsto, en la crisis de las instituciones democráticas y sociales, en la crisis alimentaria y ambiental, en formas más sutiles de colonialismo, en los continuos flagelos de la pobreza y del hambre, en el indómito terrorismo internacional, en las crecientes desigualdades y en las discriminaciones religiosas. Sí, cuántos rostros tiene lo que atenta contra la paz.

    Es interesante que seamos los creyentes quienes nos unamos en la humilde petición a Dios orando por la paz, porque la religión se puede instrumentalizar incluso para legitimar la violencia, como a veces ha sucedido y puede seguir sucediendo como hemos comprobado en los recientes acontecimientos de Egipto y de otras regiones del mundo. Destacó Turkson que la violencia entre religiones es un escándalo que desnaturaliza la verdadera identidad de la religión, vela el rostro de Dios y aleja de la fe.

    Ser instrumentos de la paz, la que Dios nos da y la que nuestro corazón no deja de desear. Dios se hizo hombre y se nos anunció su venida como príncipe de la Paz. Y así se despidió cuando volvió al Padre, dándonos una paz distinta a la que el mundo nos puede dar, diferente a la que nuestros intereses económicos y políticos pueden consensuar. Es una paz que llena de alegría el corazón, hace pura la mirada y nos permite vivir agradecidos ante Dios construyendo un mundo como Él quiso darnos, dejando en nuestras manos el hacerlo junto a los hermanos.

    En el Asís de San Francisco hemos estado con Benedicto XVI, con otros creyentes y con personas que de buena voluntad buscan el bien y la paz. También el Beato Juan Pablo II nos seguirá bendiciendo desde la ventana del cielo para que este noble y necesario deseo, pueda disolver cuanto llena de sangre, de terror, de exclusión la convivencia de los hombres. Haznos, Señor, instrumentos de tu paz.

    Recibid mi afecto y mi bendición.

    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

30 de octubre de 2011

PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA. Nota ante las elecciones generales de 2011

CONFERENCIA EPISCOPAL NOTA ANTE LAS ELECCIONES GENERALES DE 2011

1. El próximo día 20 de noviembre estamos todos convocados a las urnas. Con este motivo, los obispos ofrecemos a los católicos y a cuantos deseen escucharnos algunas consideraciones que ayuden al ejercicio responsable del deber de votar. Es nuestra obligación de pastores de la Iglesia orientar el discernimiento moral para la justa toma de decisiones que afectan a la realización del bien común y al reconocimiento y la tutela de los derechos fundamentales, como es el caso de las elecciones generales.

2. En su discurso sobre los fundamentos del derecho, pronunciado el mes pasado ante el Parlamento federal de Alemania, el Papa recordaba que “el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. Se ha referido, en cambio, a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho […], la razón abierta al lenguaje del ser”. Nosotros hacemos nuestras consideraciones desde ese horizonte de los fundamentos prepolíticos del derecho, sin entrar en opciones de partido y sin pretender imponer a nadie ningún programa político. Cada uno deberá sopesar, en conciencia, a quién debe votar para obtener, en conjunto, el mayor bien posible en este momento.