Lectio divina Domingo XII T. O. Ciclo -B- Mc. 4. 35-41. 23 Junio 2024

Lectio divina

Domingo XII T. O. Ciclo B

Mc. 4. 35-41

23 Junio 2024

Quiero, Señor, dejarme en tus manos,

abandonarte en ti.

Eres la fidelidad a la cita,

la alegría que nadie me puede arrebatar.

Eres mi confianza, todo lo que me ocurre

sé que está pesado en la balanza de tu amor.

Me fío de ti, Señor.

TEXTO BÍBLICO Mc. 4. 35-41

Aquel día, al atardecer, les dice Jesús: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal.

Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!» . El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

Jesús va en popa y durmiendo. Jesús quiere que sus discípulos arriesguen, que se atrevan, que se lancen, que piloten ellos la travesía. ¡No pueden! Se bloquean, dudan y se paralizan. Olvidan que Jesús va con ellos, olvidan que Jesús los quiere libres, vigilantes, esperanzados. Quieren encontrar la “seguridad” en Jesús y este les llama, nos llama, cobardes y con razón.

En este relato se nos invita a la comunidad a no olvidar que el seguimiento de Jesús no ha sido una invitación a salir de este mundo inhóspito, “olas”, “vientos”, “tempestades”, sino todo lo contrario. 

 Jesús nos sana porque nos hace descubrir nuestra condición de hijas e hijos de un mismo Padre que no ama incondicionalmente, este el “secreto del reinado de Dios”, entonces nos sentimos llamados a sanar, a ser “sanadores heridos”, a aliviar, que es lo que va a hacer Jesús al desembarcar en el “país de los gerasenos”.

Los discípulos olvidaron que también salieron “otras barcas que los acompañaban”, se quedaron ensimismados en su barca, dejaron de mirar más allá. La comunidad cristiana, del tipo que sea, cuando se encierra en su única barca, en sus fronteras mentales, cuando deja confiar en el único Maestro que nos quiere libres, autónomos y responsables, cuando en el fondo lo único que se busca es seguridad, seguridad y seguridad, el hundimiento es inminente. (Fuente:Toni Catalá SJ).

Fuente: Papa Francisco

  • Los discípulos, llenos de miedo gritan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» Muchas veces también nosotros, asaltados por las pruebas de la vida, hemos gritado al Señor. Nos sentimos ahogados por el miedo y, como los discípulos, corremos el riesgo de perder de vista lo más importante. En la barca está Jesús, y comparte con los suyos todo lo que está sucediendo. […] El Señor está ahí, presente; de hecho, espera que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él. Es necesario gritarle a Él. La oración, muchas veces, es un grito: “¡Señor, sálvame!”. 
  • Hoy podemos preguntarnos: ¿cuáles son los vientos que se abaten sobre mi vida, cuáles son las olas que obstaculizan mi navegación y ponen en peligro mi vida espiritual, mi vida de familia, mi vida psíquica también? Digamos todo esto a Jesús, contémosle todo. Él lo desea, quiere que nos aferremos a Él para encontrar refugio de las olas anómalas de vida. El Evangelio cuenta que los discípulos se acercan a Jesús, le despiertan y le hablan. Este es el inicio de nuestra fe: reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús.
  • Jesús calma el viento y las olas. Y les plantea una pregunta, una pregunta que nos concierne también a nosotros: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» Los discípulos se habían dejado llevar por el miedo, porque se habían quedado mirando las olas más que mirar a Jesús. Y el miedo nos lleva a mirar las dificultades, los problemas difíciles y no a mirar al Señor, que muchas veces duerme. ¡Cuántas veces nos quedamos mirando los problemas en vez de ir al Señor y dejarle a Él nuestras preocupaciones! ¡Cuántas veces dejamos al Señor en un rincón, en el fondo de la barca de la vida, para despertarlo solo en el momento de la necesidad! 

  • ¿Cómo confiar, Señor, cuando las cosas se ponen difíciles, cuando tengo problemas, cuando me vence el cansancio, cuando no quiero luchar… ¿Cómo creer que tú estás ahí? ¿Cómo abandonar las preocupaciones en tu presencia? ¿Cómo decir, con corazón confiado, “hágase tu voluntad”, “tu presencia me basta”…? Enséñame a confiar en ti, a vivir desde la convicción serena y profunda de que tú me acompañas. Enséñame, Señor, a vivir contigo. (Fuente: Pastoral SJ).

  • No te dediques a escuchar el ruido de los elementos. No vivas a merced de los gritos interiores o exteriores… «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe?». Las preguntas se vuelven hacia nosotros, hacia nuestras cobardías, nuestros miedos y nuestra falta de fe. Nos exige precisar nuestra postura, indicar el rumbo de nuestra fe, definir nuestra posición, nuestra actitud ante Dios. Es fácil acusar a Dios, exigirle, protestar, quejarnos…; pedimos cuentas de sus silencios…«no te importa …». Jesús con sus palabras orienta nuestros miedos y nuestra mirada hacia ese «poder» que se llama FE. (Fuente: Web Siervas S. de Jesucristo S.).     

  • Vuelve a leer detenidamente el texto del evangelio. Imagínate que tú también estás en la barca para navegar mar adentro. Dedica un buen tiempo a hacer silencio en tu interior, a buscar la calma en medio de tus preocupaciones, temores, incertidumbres… ora y habla a Jesús.
  • El Señor te invita a confiar en Él y a despertar y a activar la solidaridad y la esperanza que es capaz de dar solidez, contención y sentido a esas horas donde todo parece naufragar en ti y en la realidad que vives.
  • Cae en la cuenta de que lo importante en la vida no es tener, acumular, vivir sólo para ti mismo, sino abrirte a los demás y encontrar el sentido de la vida en la entrega desinteresada a los demás.
  • El sueño de Jesús tiene un profundo significado, ¿te motiva a tomar decisiones concretas?, ¿te hace descubrir tus responsabilidades en “la barca” y ante las tempestades? Comprométete y ora.
  • Procura siempre en las fuertes tempestades que la vida te da, no perder la confianza en el Señor. Acude siempre a Él.
  • Revisa si en tu “embarcación” siempre va a bordo el Señor. Procura siempre invitarle para que en todas tus “navegaciones”, siempre te acompañe.

SEÑOR, SÁLVANOS

LECTIO DIVINA DOMINGO XII Ciclo -B –

 

 

Catequistas de Cádiz y Ceuta

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